Ilustres de Valladolid V (Conde Ansúrez) -

Su estatua preside la Plaza Mayor de nuestra ciudad, desde su altura privilegiada VIVE DISFRUTANDO de las idas y venidas de los vallisoletanos. Hablamos del conde de Liébana, Carrión y Saldaña, cuyo nombre es Pedro Ansúrez. Vecino Ilustre, coetáneo del Cid, que vivió entre los siglos XI y XII. Le consideramos el fundador de Valladolid, aunque en realidad ya existía una pequeña aldea asentada, él logró repoblarla, y la convirtió en una de las villas más importantes de su tiempo.
Con veinte años, trabajaba como instructor y maestro de armas del príncipe Alfonso VI, y sus lances coetáneos los llevó a tener mutua confianza y amistad duradera.
Persona de cultura, profundo conocedor de la lengua árabe que le permitió ser interlocutor entre los reinos cristianos, y los califas musulmanes. Desempeñó a lo largo de cincuenta años un papel destacado como consejero y caudillo militar en los reinados de Alfonso VI y de doña Urraca. El rey le tenía en alta estima, y le otorgó el señorío de Valladolid en reconocimiento a su lealtad.
En la ciudad, la huella del conde Ansúrez y de su esposa Eylo Alfonsez es grande por sus fundaciones. Acometieron la construcción de la Colegiata de Santa María la Mayor, que ocuparían monjes benedictinos. Su consagración se celebró con una ceremonia solemne en 1095, a la que asistieron la monarquía y la nobleza.
Edifican un palacio como hogar, y según cuenta la leyenda, su esposa doña Eylo, ofreció a su esposo el regalo del puente sobre el río Pisuerga, llamándolo “Mayor”, en honor de la hija primogénita. Nos legaron la belleza de la Iglesia de Santa María La Antigua, un “Concejo”, y el emplazamiento de un mercado para la villa.
A su muerte fue enterrado en la Colegiata, y con posterioridad sus restos fueron trasladados a la Catedral. La historia no respetó su deseo póstumo, el conde deseaba descansar junto a su primera esposa la condesa Eylo, y junto a su querido hijo Alfonso en el Monasterio de San Benito de Sahagún.