Exposición de Eduardo García Benito. Fondos de la Diputación Provincial de Valladolid.

Dibujante, grabador, pintor, figurinista, decorador…, Eduardo García Benito (1891-1981) ha sido, ante todo, el ilustrador español con mayor proyección internacional del Art Déco.

Nacido en Valladolid, donde recibió su primera formación artística, continuó sus estudios, en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, primeramente,  para continuar después, en 1912, en París, gracias al apoyo económico del ayuntamiento vallisoletano. En la capital francesa trabó amistad con artistas como Pablo Picasso, Juan Gris, José Clará, Pablo Gargallo o Amedeo Modigliani, al tiempo que se familiarizó con vanguardias como el Fauvismo, ciertos aspectos del Expresionismo o algunas derivaciones del movimiento cubista, caso del Orfismo, cuyos influjos acompañarán a su pintura toda la vida.

Su llegada a París coincidió con el extraordinario auge de revistas de moda como la Gazzette du Bon Ton -en la que trabajaban los mejores ilustradores del momento y en la que García Benito publicó sus primeros trabajos-, así como con el poderoso, exótico e imaginativo influjo de los Ballets Rusos, cuyo debut en París, el año 1909, marca para algunos el inicio del Art Déco. La relación del artista con el modisto más importante del momento, Paul Poiret, fue determinante a la hora de encauzar su carrera hacia la ilustración de revistas de moda, si bien nunca abandonó el retrato, los paisajes urbanos, los desnudos o los trabajos decorativos.

Tras el lapso de la primera guerra mundial, su presencia se consolidó en el ambiente artístico francés, retratando a importantes personalidades como Alfonso XIII o al matrimonio Poiret, siendo elegido miembro societario del Salón de París. Tras conocer al importante editor Condé Montrose Nast, comenzó a trabajar en sus revistas Vogue y Vanity Fair, residiendo alternativamente entre París y Nueva York. Los años veinte constituyeron su mejor momento y sus creaciones se cuentan entre los grandes exponentes del Art Déco.

Para María Teresa Ortega Coca -la primera gran investigadora de García Benito-, en la obra del artista conviven dos facetas: una sofisticada y culta, en tanto que la otra se mueve en los parámetros de lo popular y de un cierto expresionismo, no ajena al influjo del sentir español, en particular de Francisco de Goya. La presente exposición da cuenta de ambas vertientes a través de pinturas, dibujos, grabados, ilustraciones y portadas de revistas, todas ellas propiedad de la Excma. Diputación Provincial de Valladolid, sin cuya generosa complicidad no hubiera sido posible.

Las series “Reims” y “Vida de Napoleón”

Los años de la primera guerra mundial supusieron un paréntesis en la incipiente carrera de García Benito en la ilustración de revistas de moda. Sin embargo, este tiempo adverso fue aprovechado por el artista para introducirse en el mundo del grabado y en el de la ilustración de libros. Las series que se muestran en esta sala, “Reims” y “Vida de Napoleón”, demuestran, en opinión de Ana María Arias de Cossío, el conocimiento de las llamadas “Imágenes de Epinal”, xilografías populares francesas cuyos orígenes se remontan al siglo XV, pero que aún en el XIX continuaban produciendo estampas de devoción, históricas y satíricas. De ellas tomaría su dibujo elemental y sus vivos colores. La serie “Reims” se destinó a un libro promonárquico, escrito por Regis Burnand, que fue publicado en 1918. Su buena recepción granjeó a nuestro artista una reputación de hombre de buen gusto en París y, como él mismo confesó, “de la noche a la mañana, empecé a recibir invitaciones a inauguraciones de exposiciones, a primeras representaciones teatrales, a algún salón literario y además proposiciones de otros editores”. La “Vida de Napoleón” pudo realizarse hacia 1919-1920. La ambientación estilo imperio de algunas de estas estampas remite, en opinión de Arias de Cossío, a los nuevos ambientes que se abrieron para García Benito en la capital francesa tras sus primeros éxitos.

“La vida del Buscón”

De 1954 data el curioso proyecto de García Benito para ilustrar “La Vida del Buscón” de Quevedo -que él mismo había traducido al francés- con treinta y dos aguafuertes. Según ha afirmado Mª José Redondo Cantera, la idea era abrir con esta obra una colección literaria   dedicada a la narrativa hispana del Siglo de Oro, que iba a tener continuar con la publicación de “La Celestina” y “El Lazarillo de Tormes”, de nuevo ilustrados por el mismo artista. Sin embargo, ninguno de los tres títulos fue editado; afortunadamente, algunos dibujos preparatorios, aguadas y aguafuertes se conservan en la Diputación de Valladolid.  La serie es uno de los testimonios de esa alternativa expresionista que María Teresa Ortega Coca señalaba en la producción de García Benito, si bien la sensibilidad hacia los temas populares y la expresividad  de Francisco de Goya subyacen en muchas de las imágenes, junto a puntuales influjos del Picasso de la época azul o de los pintores expresionistas Georges Rouault y Ernst Ludwig Kirchner en estampas como “Comida en casa de Cabra” o “Camino de Segovia”, según ha hecho notar Arias de Cossío.

La Ilíada

41_ILIADA

En 1937, García Benito probablemente tomó conciencia de que su vertiente Art Déco, a la que debió fama y reconocimiento internacional en los años veinte, comenzaba a no ser del gusto popular. Quizá por ello, cuando recibió el encargo de realizar las ilustraciones para “La Ilíada” y “La Odisea”, exploró nuevas fuentes de inspiración, más en consonancia, por otro lado, con la estética y el carácter griego de ambos textos. Las dos obras de Homero se publicaron en un solo volumen, ilustradas con cuarenta y ocho composiciones, en una edición de lujo, con tirada limitada y numerada. De ambas series, sólo se muestran en la exposición las más de una treintena de litografías que ilustraron “La Ilíada”, para cuyo diseño se inspiró en fuentes de la antigüedad, en especial de imágenes presentes en cerámicas griegas de figuras rojas, en obras del pintor Exequias -uno de los pintores de cerámicas con figuras negras más célebres-, así como en piezas de arte etrusco. En el caso de “Tetis pide a Zeus que dé satisfacción a Aquiles”, la imagen es una trasposición al medio de la estampa de una pintura del pintor decimonónico, Jean-Auguste-Dominique Ingres, que tan afecto fue al arte grecorromano. Ana María Arias de Cossío ha completado el panorama de seducciones estéticas que recaen en estas obras haciendo notar la presencia de las sencillas formas de hacer del Noucentisme catalán, en especial, las del pintor Joaquín Torres García, junto al simbolismo del, también pintor, Pierre Puvis de Chavannes.

Vogue y Vanity Fair

El modisto Paul Poiret propició el encuentro de Eduardo García Benito con el editor norteamericano Condé Montrose Nast. Con una clara apuesta por el lenguaje visual y el sentido artístico, el grupo Condé Nast Publications era propietario de las importantes revistas Vogue, Vanity Fair y House & Gardens. A raíz de ocuparse de Vogue, Condé Nast buscó artistas e ilustradores y fue en la revista francesa La Gazzette du Bon Ton donde los encontró, estableciendo así un prestigioso vínculo entre Estados Unidos y la capital de la moda. Antes de la primera guerra mundial, Vogue ya publicó esporádicos dibujos e ilustraciones de algunos de ellos, pero después del conflicto, sobre todo a partir de adquirir también esta revista para su imperio editorial, las colaboraciones y encargos fueron más estrechos, de manera que en Vogue colaboraron creadores como Pierre Mourgue, Georges Lepape, André Edouard Marty, Paul Iribe, Pierre Brisaud…, y, por supuesto, García Benito, todo ellos realizando portadas e ilustraciones que difundieron el estilo Art Déco con anterioridad a 1925, año de consolidación de esta tendencia gracias a la celebración de la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industrias Modernas en París.

La colaboración y posterior amistad con Condé Nast fue muy importante para García Benito, puesto que se produjo cuando la estrella de Paul Poiret comenzaba a declinar y le dio la oportunidad de trabajar entre París y Nueva York. Su llegada a Norteamérica -anunciada como todo un acontecimiento por Vanity Fair- se insertó dentro de una inercia social que buscaba establecer una élite intelectual y artística que llevara al Nuevo Continente las costumbres, el arte y el glamur europeos. Su primera ilustración para Vogue data de 1923 y en ella continuará publicando, con mayor o menor asiduidad, hasta 1945, trabajando al mismo tiempo en otros medios como Vanity Fair y realizando decoraciones y retratos para grandes personalidades como la actriz Gloria Swanson. Características de los años más productivos de García Benito en estos medios de comunicación sus son peculiares “cabezas” que tanto agradaban a Condé Nast. En ellas, como en muchas ilustraciones de los años veinte y treinta, el artista se decanta por un lenguaje poscubista, geometrizado, donde está bien presente el influjo de su gran amigo Amedeo Modigliani, quien, a su vez, se había visto seducido en esta misma línea de trabajo por el escultor rumano Constantin Brancusi.

Con sus portadas e ilustraciones, García Benito contribuyó grandemente a consolidar el nuevo modelo femenino de mujer moderna, sofisticada y fuerte.

Miserias de la guerra

El paréntesis en su actividad de ilustrador de revistas de moda que supuso la primera guerra mundial abrió para García Benito, sin embargo, otros nuevos horizontes caso del grabado. En 1916 realizó la serie “Miserias de la guerra”, empleando la xilografía, un medio que, tras quedar relegado por otros muchos sistemas de grabado y estampación, había sido rescatado por artistas que buscaban la sencillez y el primitivismo, como Paul Gauguin, o por aquellos otros que apreciaban sus rudimentarias y duras prestaciones para la consecución de sus fines, caso de los expresionistas alemanes o del propio García Benito, quien utiliza la dureza de los surcos excavados en la madera con fines dramáticos.