Exposición: Saelia Aparicio – Paraíso extraño

Comisario y coordinador: Eneas Bernal
En el año 2000 Mónica Naranjo publica el álbum Minage, un trabajo disruptivo en su carrera y un tributo a su gran musa, la cantante y diva queer italiana Ana María Mazzini, más conocida por su nombre artístico como Mina. Entre los sencillos que incluye el disco se encuentra Sobreviviré, un himno a la autoafirmación y lo diferente más allá de los géneros. De este referente atemporal y de su memorable clímax, Saelia Aparicio extrae el rótulo del proyecto que presenta en MUSAC, al encontrar en su mensaje y tono optimista un cómplice con el que alejarse de los discursos distópicos dominantes y generar sentido de pertenencia y júbilo.

En esa búsqueda por imaginar otras narrativas y, por lo tanto, otros futuros posibles, la propuesta Paraíso extraño se levanta desde la pregunta cómo ser feliz en el contexto de emergencia climática que afrontamos. Sin querer caer en el mercantilismo de las emociones y su optimización. Y lejos de ser triviales, Aparicio indaga en cómo componer una investigación desde lo celebrativo, con rigor, pero sin renunciar al sentido del humor y su capacidad cognitiva. En palabras de la artista: “En el contexto de eco-ansiedad actual, la negatividad y la desesperanza pueden resultar paralizantes”.

Las obras, todas de nueva producción, se agrupan en torno a dos ámbitos centrales. De su conjunción, entre lo misterioso y lo celebrativo, surge un recorrido que encuentra en la figura del híbrido y su transformación las bases para cuestionar nuestra percepción de la normalidad y preguntarnos por el sentido de lo establecido, por el orden y las convenciones que lo integran.

LA FIGURA DEL HÍBRIDO Y SU TRANSFORMACIÓN

En su episodio “Géneros fluidos”, Jorge Carrión y el equipo al frente del podcast Solaris describen espléndidamente cómo la transición del siglo XX al siglo XXI puede explicarse desde la disolución de los géneros y el pensamiento binario que estructura Occidente. Cuerpo y alma, logos y mitos, masculino y femenino o bueno y malo son categorías que, desde los años 30 del siglo pasado, comienzan a erosionarse gracias al esfuerzo de personas y comunidades por imaginar otros futuros. Ursula K. Le Guin, Judith Batler, Dona Haraway, Paul B. Preciado, Arca, Vincianne Despret o Trinity Neal son nombres claves en esta red difusa y en expansión. Movidas ante la emergencia climática y la amenaza de la extinción, sus trabajos destacan por transcender el ámbito del sexo y la identidad individual, así como las fronteras entre lo digital, lo físico y lo biológico, encontrando en la hibridación ejemplos de alianza, sostenibilidad y respeto hacia la vida y los ecosistemas que la integran.

La exposición de Saelia Aparicio – Paraíso extraño se suma a este flujo de cambio a través de un recorrido por la figura del híbrido, por su esencia de metamorfosis, por su naturaleza ambigua y mutante, por el temblor de sus fases, tan inesperadas como inciertas, por la belleza de su temporalidad y las capacidades que sus diferentes transformaciones generan entre lo humano y lo post humano, el misticismo y la ciencia, el arte y la artesanía, lo diverso y lo abyecto o lo clásico y lo viral. Un itinerario no exento de humor, elemento recurrente en la práctica de Saelia Aparicio como medio para alterar temporalmente la carga de tener que mostrarnos de una manera u otra, para librarnos de las reglas, de las conductas, del orden. Y, en definitiva, para habilitarnos a cruzar los límites de la normalidad.

Ocho esculturas de cerámica dan la bienvenida a la sala. La luz proviene de ellas. Se trata de un primer grupo de híbridos, sus apariencias son ambiguas, de simbología abierta, entre aparatos domésticos o utensilios. Incorporan materiales diversos como el vidrio soplado, contienen plantas silvestres o incluyen mecanismos electrónicos. Algunas obras presentan orígenes comunes, otras parecen autónomas, todas forjan una inquietante red de convivencia. Sus títulos son: Luz interior, Dama de Ibiza, Sheela na gig: pussy que mana, Especies de espacios, Jardines colgantes de Ashington House, Monte Nemrut, Dama de hierro y Renacer.

Las esculturas Puta de Babilonia, Cabeza de Medusa y Sheela na gig: pussy que mana son tres trabajos que nos brinda un acercamiento a la construcción históricas de híbridos procedentes de Mesopotamia, de la mitología de la antigua Grecia y del mundo Celta respectivamente. Tres figuras que han viajado a lo largo del tiempo bajo una condición de amenaza, definidas como unas especies de “chicas malas” denigradas por su peligrosidad, que estarían legitimadas para padecer la violencia más atroz o recibir el menosprecio y la exclusión del espacio público por su vulgaridad o aberración. Estos arquetipos son reelaborados por la artista, que dedica una obra a cada una de ellas con el objeto de subrayar sus capacidades, atributos y cualidades para no someterse al poder (Puta de Babilonia), la alegría de vivir sin autoridad patriarcal (Cabeza de Medusa) o presentar la dimensión creadora del híbrido como sucede con la enigmática deidad de gran vagina (Sheela na Gig: pussy que mana), en la que se reconoce a culturas como la campesina y la importancia de sus rituales relacionados con la fertilidad, la creación y la sexualidad. Con estos tres ejemplos, la artista muestra una clara simpatía hacia corrientes como el ecologismo o el feminismo, y nos redescubre a referentes inspiradores, vinculando el respeto a las personas y sus cuerpos con los cuidados hacia la tierra.

Todo influye y todo está relacionado. Las obras Dama de Ibiza, Dama de Hierro y Jardines colgantes de Ashington House se encuentran habitadas por plantas silvestres, una asociación entre organismos que nos acerca a conceptos como los de interdependencia, ayuda mutua o mantenimiento. Su hibridación conecta el arte y la creación contemporánea con lo vivo. Perspectiva que se intensifica por el uso, en la medida de lo posible, de recursos orgánicos y respetuosos, siendo el barro y la madera los materiales principales en la exposición.

Este primer ámbito, se completa con los dos biombos que forman la obra Esfinges absortas. Ambas esculturas dejan entrever una nueva sala: claridad, dinamismo e introspección organizan su ambiente. En este segundo espacio, la reflexión sobre la figura del híbrido encuentra su apogeo a través de un gran mural con el título homónimo a la exposición, Paraíso extraño.
Se trata de una secuencia de dibujos de seres exuberantes que presentan su adorable monstruosidad, sus características son vegetales y animales, fluidas, en transformación. Bosques danzantes cuyas actitudes son de desparpajo, celebración y hermandad. Un trabajo que, sin embargo, se extinguirá con la clausura de la muestra, siendo su temporalidad como obra perecedera, hermosa como el destello arrebatador de una estrella fugaz, en un canto por lo transitorio y por lo efímero frente a la fantasía de un presente inalterable, donde toda actividad humana, desde el objeto, recuerdo o gesto más insignificante, se vuelve susceptible de registrarse, conservarse y atesorarse.

LO HÍBRIDO Y SUS FORMAS

Al ser preguntada por sus formas de hacer, Lynn Margullis señalaba cómo la ciencia no es ciencia al menos que ésta se encuentre “completamente integrada” por todas sus partes, indicando que de ese modo sería posible componer un relato completo.

En contraposición a la especialización, a lo sectorial y a la división del saber, el trabajo de Saelia Aparicio en Paraíso extraño se proyecta desde su simbiosis, es decir, desde la reconfiguración y la interrelación de sus contenidos. La variedad de referencias que cristaliza en sus obras procede del campo de las artes, pero también de la antropología, de la filosofía, de la ciencia-ficción o de la cultura pop. Con ellas, se interpela a la apertura de su trabajo, cuya sensibilidad estaría disponible para cualquier persona, en una celebración por el juego, la contemplación y la fascinación.

A través de una acción de remezcla constante, civilizaciones orientales, culturas mitológicas y divinidades prehistóricas son convocadas en presente continuo junto a la literatura de ciencia-ficción de Octavia Butler en “Parentesco”, la fantasía oscura de Jeff VanderMeer en “Aniquilación”, las ilustraciones cyberpunk de Katsuhiro Otom en “Akira” o la novela de George Perec “Especie de Espacios”. En otras ocasiones, un edificio brutalista de Bethnal Green en Londres se funde con elementos procedentes de films como “Los caraconos” de Steve Barron, la obra “Árbol” -a camino entre lo vegetal y un juguete sexual- de Paul McCarthy y la representación de divinidades asiáticas como Nemru.

Respecto a las disciplinas artísticas, en Paraíso extraño asistimos a cómo las etiquetas que tradicionalmente establecen categorías mayores y menores en las artes se ponen en cuestión. La artesanía, la escultura funcional y la obra de arte se difuminan en una clara estratégica por dotar de relaciones más inclusivas a la creación contemporánea, pero también a sus posibilidades, a través de la confección de obras que se abren a la interacción de sentidos como el olfato o el tacto, o permiten que otros seres vivos habiten los espacios museísticos.

En Paraíso extraño el qué y el cómo avanzan juntos, la creadora despliega en esta muestra su capacidad para disolver los lenguajes artísticos y sus fronteras, el resultado es una exposición que parece tocada por una varita para sublimar lo híbrido permitiendo que una diversidad de tiempos, formas y usos convivan en un solo espacio expositivo.

+Inf.: https://musac.es/

Descubre también aquí todas las actividades de ocio y cultura en tu ciudad.