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Una instantánea histórica (por Joaquín Díaz)

Más de una docena de vallisoletanos que dedicaron su vida a la política desde el siglo XIX, alcanzaron la categoría de ministros. Se podría asegurar que el más querido por sus cualidades así como por su permanente dedicación a la provincia fue José Muro (ver retrato). Nacido en Valladolid el 21 de diciembre de 1842, fue bautizado en la iglesia de San Martín.

Hizo sus primeros estudios en el Instituto, emprendiendo después la carrera de Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad Literaria, donde llegó a ser profesor auxiliar en la cátedra de Metafísica. En 1865 se incorporó al Colegio de abogados de la capital, interviniendo en numerosos casos, pero especialmente en la causa que se siguió por la quiebra del Banco Castellano que acabó en una crisis económica de gran calado. Tras obtener en 1870 la cátedra de Geografía e Historia del Instituto vallisoletano entró en política, siendo elegido Diputado a Cortes en 1871 con tan solo 29 años y nombrado posteriormente ministro de Estado en 1873 bajo la presidencia de Pi y Margall. En 1894 fue reconocido como hijo predilecto de la ciudad por el Ayuntamiento de Valladolid, que además le dedicó una calle, una de las que prolongaban hacia el sur la capital desde la vía del Duque de la Victoria. Su fallecimiento en Madrid, el 18 de junio de 1907 fue lamentado por toda la sociedad española pero muy especialmente por los habitantes de Valladolid quienes tuvieron oportunidad de conocerle y tratarle pues, a las virtudes de la discreción y defensa de sus ideales, unió Muro la cordialidad y la corrección en el trato con sus conciudadanos. Amigo de Ricardo Macías Picavea con quien compartió ideas e ilusiones, llegó a escribir incluso con él un texto, titulado “Apuntes didácticos de Historia Universal, por dos catedráticos”, en cuya obra se extendían ambos en reflexiones y apuntes acerca de acontecimientos históricos más o menos recientes.

Podría decirse que su muerte causó una enorme sensación y profundo pesar en Valladolid y que su entierro, recordado en la foto que encabeza este artículo, fue uno de los más multitudinarios y sentidos que se recuerdan en la historia vallisoletana de los dos últimos siglos. El Norte de Castilla reconocía que la vida le había concedido “el altísimo goce del amor de los suyos, del cariño de sus amigos, del entusiasmo de sus partidarios, del afecto de sus paisanos y del respeto de todos”. En su testamento, Muro pedía un entierro modesto, sin ostentación alguna, que no se admitiesen coronas ni se repartiesen esquelas y que su cuerpo fuese trasladado a Valladolid donde habría de dársele tierra en el panteón familiar al lado de su esposa.

El féretro viajó en tren desde Madrid y recibió el acompañamiento, a partir de Medina del Campo, de numerosos correligionarios del partido Republicano. Una vez llegados a la estación del Norte, el alcalde se hizo cargo del sencillo ataúd y de sus llaves y a través de las calles de la ciudad (carretera de la Estación, paseo central del Campo Grande, calle de Santiago) fue llevado a hombros hasta la Plaza Mayor para ser depositado en el nuevo Ayuntamiento, ya terminado pero no inaugurado oficialmente. La capilla ardiente fue instalada en uno de los salones del ala izquierda y a partir de las 8 de la mañana fue pasando el numerosísimo público -calculado en más de 10.000 personas- que quiso dar el último adiós al político vallisoletano. Hacia las 6 de la tarde, y abriendo la comitiva una escolta de la guardia municipal montada a caballo, se inició la marcha hacia el cementerio precediendo al féretro los asilados del Hospicio, de la casa de Beneficencia y del asilo de la Caridad, a los que seguían serenos y guardias municipales, una brigada de obreros del Ayuntamiento y los empleados del Casino Republicano llevando blandones. A los lados del ataúd, familiares, autoridades y amigos se abrían paso en medio de una gran multitud que quería tributar su respeto y cariño hacia Don José Muro, Pepe Muro como le llamaba casi todo el mundo, en su último recorrido por la ciudad que le vio nacer.

Entierro en Valladolid de Don José Muro (Valladolid, 1842 – Madrid, 1907)

Una vez enterrado el político vallisoletano en el panteón de hombres ilustres, su compañero de partido y Diputado, don Gumersindo de Azcárate, que había ostentado la representación del Presidente del Congreso, emprendió viaje a Madrid en el coche de Isidro Rodríguez Zarracina (conducido por él mismo) y acompañados por Julio Guillén -padre de quien sería años más tarde reconocido como uno de los grandes escritores vallisoletanos, el poeta Jorge Guillén-.

Escrito por Joaquín Díaz para la edición nº 20 de VD, abr-may 2021.

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